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lunes, 20 de diciembre de 2010

Un paseo por el infierno


José Agustín Ortiz Pinchetti

Según leí, en la católica España ya sólo 10 por ciento de la población cree en el infierno. Me imagino que en México vamos por igual camino. Dejé de creer en esa institución, que tanto terror nos producía de niños y adolescentes, cuando leí un pensamiento de Ling Yu Tang: Ni la madre más malvada del mundo se atrevería a condenar a su hijo, aunque fuera el más malvado del mundo a las torturas que según los clérigos se imponen a los pecadores por toda una eternidad. Dios es infinitamente más bondadoso que la más bondadosa madre del mundo. No puede vengarse con tal ferocidad de sus criaturas. Me gustó mucho la respuesta de Mark Twain, cuando le preguntaron qué prefería, cielo o infierno, contestó: prefiero el cielo por el clima y el infierno por la compañía.

Estas reflexiones vienen a cuento tras haber visto la película de Luis Estrada, quien sostiene que no hay necesidad de portarse mal en esta vida para disfrutar de una experiencia infernal. Buena parte del país está viviendo una atmósfera de horror que supera las descripciones de Dante Alighieri. El Senado ha exigido a la Secretaría de Gobernación que reclasifique la película hoy restringida a personas menores de 18 años. La SG se defendió diciendo que no había censurado el filme, que ayudaba a atraer más público al publicitar que El infierno contenía escenas de violencia, consumo de drogas, actividad sexual y lenguaje procaz. Los productores de la cinta deberían estar agradecidos y no mohínos.

La película contiene una crítica insólita, aunque no demasiado penetrante. Hace patente que la guerra al narco no podrá ganarse, porque las fuerzas involucradas en combatirlas están asociadas con los criminales. Muestra en forma grotesca, pero eficaz, el reclutamiento del sistema narco. Desempleo, carestía, corrupción de las autoridades forman una antesala del infierno. El protagonista regresa a México y a su pueblo, quiere trabajar y vivir en la legalidad, pero encuentra que su país vive en un sistema de valores trastocado, que la crisis económica y la expansión de la criminalidad hace imposible prosperar sin colaborar con el gran negocio.
Hoy el gobierno estadunidense advierte que nos acercamos a la narcoinsurgencia. La organización criminal está penetrando la estructura política, corrompiendo o amedrentando a las autoridades, interviniendo en las elecciones, controlando municipios. La dinámica del negocio se lo impone. Es altamente probable que se asocien con los guerrilleros políticos que se preparan en la penumbra. El infierno descrito por Estrada puede ser apenas un anticipo de lo que viviremos en México si continúa simultáneamente la crisis perpetua, económica y política y, sobre todo, ética. La impunidad es el gran combustible de las calderas del infierno.

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