¿Por qué “El laberinto”? La vida es como un laberinto. Un acertijo con rumbos sin salida y paradojas irresolubles. Una de las historias centrales de la mitología es el laberinto del Minotauro. El mismo nombre del cuento, la palabra laberinto en griego es La casa de las hachas, es un acertijo. El mito del laberinto es por supuesto la aventura del hombre de acción. Es indudablemente la historia rosa de la princesa enamorada. Es efectivamente la historia de terror para contar en noches de tormenta. Es el cuento picante de la mujer lujuriosa y el marido engañado.
Una historia que puede ser contada desde la perspectiva de un cuento infantil hasta una morbosa historia pornográfica debe en realidad ser a cerca de algo más fundamental y profundo. Los miedos interiores, los vericuetos de la mente, por supuesto. Todo eso, pero su mensaje no puede ser discutido, solo intuido como un sueño.
¿Por qué “El laberinto”? La vida es un círculo, como un laberinto. Un acertijo con rumbos sin salida, paradojas irresolubles. El laberinto de los miedos interiores y los vericuetos de la mente. La referencia a los laberintos se la robe a Borges. Símbolo por antonomasia en la obra de Jorge Luis Borges, los laberintos le fascinaron desde niño. Uno de sus primeros recuerdos es un grabado de una edificación en forma de anfiteatro con muros muy altos, donde vagaban extraviados hombres y animales. En la que jamás localizó al minotauro.
Para Borges lo más temible es la siniestra intención de construir edificios destinados a extraviar a los visitantes. En su cuento “El jardín de los senderos que se bifurcan,” Borges nos habla de tiempo como laberinto: “Siglos de siglos y sólo en el presente ocurren los hechos.” Borges nos habla de:
“…infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos.”
Recurrentemente Borges nos dice: “¡El minotauro apenas se defendió!” También niega la existencia de un centro en el laberinto del universo, aunque confesó más de una vez en entrevistas que, si existiera la certeza de un centro, también podríamos tener la esperanza de un Diseñador.
Borges apunta que:
«un laberinto es un sitio en él cual uno se pierde en un sitio que. a su vez, se pierde en el tiempo; de modo que la idea de un laberinto que se pierde. de un laberinto perdido, es una idea doblemente mágica» … «en la idea de laberinto hay también una idea de esperanza. o de salvación, ya que, si supiéramos con certeza que el mundo es un laberinto, nos sentiríamos seguros. Pero no, posiblemente el universo no sea un laberinto. En el laberinto hay un centro; ese centro terrible es el Minotauro. Sin embargo. no sabemos si el Universo tiene un Centro: tal vez lo tenga. Por consiguiente, es probable que el mundo no sea un laberinto sino simplemente un caos, y en ese caso si estamos perdidos»
Steinmetz, conocido como el "Mago de Schenectady" por sus contribuciones a la ingeniería eléctrica, pasó dos días analizando el generador. Finalmente, marcó una "X" en el lugar donde debía realizarse una reparación. Después de que los ingenieros de Ford siguieran sus indicaciones, el generador volvió a funcionar. Cuando Ford pidió la factura, Steinmetz cobró 10,000 dólares, justificando que la mayor parte del costo era por saber dónde marcar la "X".
En la planta de Ford en River Rouge había un problema con un generador grande y los ingenieros de la planta no podían averiguar dónde estaba el problema. El propio Ford recurrió a Steinmetz en busca de ayuda. Cuando el "pequeño gigante" llegó a la fábrica, pidió una libreta, un bolígrafo y un catre.
Pasó dos días y dos noches en la fábrica, escuchando el ruido del generador, mientras realizaba innumerables cálculos. Luego, pidió una escalera, una cinta métrica y una tiza.
Haciendo un esfuerzo considerable dada la displasia de joroba y hombro que padecía, subió por la escalera y usando la cinta métrica, marcó el punto preciso donde tendrían que quitar la placa lateral, desmontar la bobina del generador y quitarle 16 vueltas de cable, comenzando desde el lugar exacto donde había hecho su marca.
Cuando se hicieron las correcciones, ante el asombro de los ingenieros, el generador volvió a funcionar perfectamente.
Ford recibió una factura de diez mil dólares, firmada por Steinmetz de General Electric.
El célebre empresario estadounidense se la devolvió, pidiéndole una factura más detallada. Steinmetz agregó el siguiente detalle:
"No hay ninguna razón para suponer que los militares puedan gobernar bien. Nos llegan del más artificial de los mundos. Un mundo de jerarquías, órdenes, audiencias, arrestos, saludos, marchas, aniversarios, desfiles y ascensos. Costumbres que, por la repetición, se transforman en rituales. Han sido educados para obedecer, y se nutren en la esperanza de aumentar el mando. Nada de eso en este mundo se aproxima a la inteligencia (…) Es cierto, fue eliminado el terrorismo. Aquí ya no estallan bombas. Pero se ha implantado otro; el terrorismo silencioso de los secuestros y las ejecuciones clandestinas. Una justicia –llamémosla así–donde el acusado no tiene abogado defensor y ni siquiera fiscal: solamente acusadores. Eso ya no es justicia: es terrorismo. Se combate a la guerrilla, y al mismo tiempo se la toma como modelo". Jorge Luis Borges
En 1976 Borges es invitado por la Universidad de Chile a recibir un doctorado honoris causa.Pinochet lo condecora con la orden Bernardo O´Higgins. Broges declara: "El es una excelente persona..." Para Borges era un honor defender al dictador chileno cuyos crímenes eran denunciados en todo el mundo. "(Lo defiendo) porque emocionalmente sentí que debía hacerlo. Ahí posiblemente ha hablado mi emoción más que mi forma. Los he defendido por razones emocionales ante todo y porque soy enemigo del comunismo. Creo que eso no es ningún misterio. No lo he podido ocultar. Yo siempre he sentido afecto por Chile y me parece que si ahora Chile está salvándose y de algún modo salvándonos, le debo gratitud. Yo, como argentino, le debo gratitud". En Borges se podía rastrear la voz de Leopoldo Lugones que había manifestado en los años ‘20 tuviera lugar “la hora de la espada”, algo que en su elogio a Pinochet se manifiesta con todas las letras
También Videla fue bendecido por Borges: "Le agradecí personalmente el golpe del 24 de marzo que salvo al país de la ignominia, y le manifesté mis simpatías por haber enfrentado las responsabilidades del gobierno". En su discurso en Chile, Borges pronuncio las siguientes palabras: "Y declaro preferir la espada de la libertad a la furtiva dinamita." ¿Pudiera ser esta frase un velado rechazo al premio Nobel? Nobel, inventor de la dinamita, fue referenciado en 1888 como el mercader de la muerte.
Antes de su visita a Chile, Borges recibió una llamada telefónica desde Suecia para pedirle que declinara la invitación del régimen de Pinochet. Borges respondió: "Señor, después de lo que usted me ha dicho, aunque hubiera pensado no ir a Santiago para recibir el doctorado honoris causa de la Universidad de Chile, mi deber es ir, porque hay dos cosas que un hombre no debe permitir: sobornar o ser sobornado. Le agradezco mucho su llamada y su advertencia. Buenas Tardes."
Borges no dejó nunca de profesar un decidido anarquismo conservador:
"...se empieza por la idea de que el Estado debe dirigir todo; que es mejor que haya una corporación que dirija las cosas, y no que todo 'quede abandonado al caos, o a circunstancias individuales'; y se llega al nazismo o al comunismo, claro. Toda idea empieza como una hermosa posibilidad, y luego, bueno, cuando envejece es usada para la tiranía, para la opresión."
Borges fue un reaccionario en toda la línea. “La democracia es una superstición, basada en la estadística. Toda la gente no entiende de política, como no podemos entender todos de retórica, de psicología o de álgebra”, declaraba el escritor en 1976 al diario El País de España.
Esta idea de la calificación de las personas para decidir sobre la vida política es un eco de aquel cuento “La fiesta del monstruo”, donde junto a Adolfo Bioy Casares expresa sus temores y desprecio por las multitudes populares propio de la oligarquía argentina de la década del 40. Un Borges arrepentido sostendrá luego que "Escribí alguna vez que la democracia es un abuso de la estadística; yo he recordado muchas veces aquel dictamen de Carlyle, que la definió como el caos provisto de urnas electorales. El 30 de octubre de 1983, la democracia argentina me ha refutado espléndidamente", dice en Clarín el 22 de diciembre de 1983. La elasticidad moral de Borges es funcional a la elasticidad moral de los partidos de la burguesía argentina.
El doctor Francisco Laprida,
asesinado el día 22 de setiembre de 1829 por los montoneros de Aldao,
piensa antes de morir:
Zumban las balas en la tarde última.
Hay viento y hay cenizas en el viento,
se dispersan el día y la batalla
deforme, y la victoria es de los otros.
Vencen los bárbaros, los gauchos vencen.
Yo, que estudié las leyes y los cánones,
yo, Francisco Narciso de Laprida,
cuya voz declaró la independencia
de estas crueles provincias, derrotado,
de sangre y de sudor manchado el rostro,
sin esperanza ni temor, perdido,
huyo hacia el Sur por arrabales últimos.
Como aquel capitán del Purgatorio
que, huyendo a pie y ensangrentando el llano,
fue cegado y tumbado por la muerte
donde un oscuro río pierde el nombre,
así habré de caer. Hoy es el término.
La noche lateral de los pantanos
me acecha y me demora. Oigo los cascos
de mi caliente muerte que me busca,
con jinetes, con belfos y con lanzas.
Yo que anhelé ser otro, ser un hombre
de sentencias, de libros, de dictámenes,
a cielo abierto yaceré entre ciénagas;
pero me endiosa el pecho inexplicable
un júbilo secreto. Al fin me encuentro
con mi destino sudamericano.
A esta ruinosa tarde me llevaba
el laberinto múltiple de pasos
que mis días tejieron desde un día
de la niñez. Al fin he descubierto
la recóndita clave de mis años,
la suerte de Francisco de Laprida,
la letra que faltaba, la perfecta
forma que supo Dios desde el principio.
En el espejo de esta noche alcanzo
mi insospechado rostro eterno. El círculo
se va a cerrar. Yo aguardo que así sea.
Pisan mis pies las sombras de las lanzas
que me buscan. Las befas de mi muerte,
los jinetes, las crines, los caballos
se ciernen sobre mí… Ya el primer golpe,
ya el duro hierro que me raja el pecho,
el íntimo cuchillo en la garganta.
En 1947, Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares escriben el cuento "La Fiesta del Monstruo". Con la firma de H. Bustos Domecq, que medio Argentina sabía que eran el seudónimo de Borges y Bioy Casares, se atrevieron a escribir la crónica más feroz de una de esas explosiones populistas propiciadas por Perón, el monstruo del cuento.
Le cayeron, por esos ataques, presumibles castigos. "El peronismo fue terrible –recordó Borges–. Nadie se acuerda de la quema de las iglesias ni de las personas que Perón metió presas; mi madre y mi hermana entre ellas. A mí me echaron de un puesto mínimo que ocupaba en una biblioteca del barrio de Almagro, y me nombraron inspector de aves y huevos. Cuando fui presidente de la Sociedad de Escritores, también en la época de Perón, un policía me seguía a todos lados. Fue una especie de segundo Rosas. Yo pienso en Perón con horror, como pienso en Rosas con horror".
La madre de Borges, Leonor Acevedo. al atender una de tantas llamadas amenazadoras
–"Te vamos a matar a vos y a tu hijo"–, contestó: –No es una hazaña matar a mi hijo, que es viejo y ciego. En cuanto a mí, apúrense, porque por ahí me les muero antes…
Te prevengo, Nelly, que fue una jornada cívica en forma. Yo, en mi condición de pie plano, y de propenso a que se me ataje el resuello por el pescuezo corto y la panza hipopótama, tuve un serio oponente en la fatiga, máxime calculando que la noche antes yo pensaba acostarme con las gallinas, cosa de no quedar como un crosta en la performance del feriado. Mi plan era sume y reste: apersonarme a las veinte y treinta en el Comité; a las veintiuna caer como un soponcio en la cama jaula, para dar curso, con el Colt como un bulto bajo la almohada, al Gran Sueño del Siglo, y estar en pie al primer cacareo, cuando pasaran a recolectarme los del camión. Pero decime una cosa ¿vos no creés que la suerte es como la lotería, que se encarniza favoreciendo a los otros? En el propio puentecito de tablas, frente a la caminera, casi aprendo a nadar en agua abombada con la sorpresa de correr al encuentro del amigo Diente de Leche, que es uno de esos puntos que uno se encuentra de vez en cuando. Ni bien le vi su cara de presupuestívoro, palpité que él también iba al Comité y, ya en tren de mandarnos un enfoque del panorama del día, entramos a hablar de la distribución de bufosos para el magno desfile, y de un ruso que ni llovido del cielo, que los abonaba como fierro viejo en Berazategui.
....
Era un miserable cuatro ojos, sin la musculatura del deportivo. El pelo era colorado, los libros bajo el brazo y de estudio. Se registró como un distraído que cuasi se lleva por delante a nuestro abanderado, Spátola. Bonfirraro, que es el chinche de los detalles, dijo que él no iba a tolerar que un impune desacatara el estandarte y foto del Monstruo. Ahí nomás lo chumbó al Nene Tonelada, de apelativo Cagnazzo, para que procediera. Tonelada, que siempre es el mismo, me soltó cada oreja, que la tenía enrollada como el cartucho de los manises y, cosa de caerle simpático a Bonfirraro, le dijo al rusovita que mostrara un cachito más de respeto a la opinión ajena, señor, y saludara a la figura del Monstruo. El otro contestó con el despropósito que él también tenía su opinión. El Nene, que las explicaciones lo cansan, lo arrempujó con una mano que si el carnicero la ve, se acabó la escasez de la carnasa y el bife de chorizo. Lo rempujó a un terreno baldío, de esos que en el día menos pensado levantan una playa de estacionamiento y el punto vino a quedar contra los nueve pisos de una pared senza finestra ni ventana. De mientras los traseros nos presionaban con la comezón de observar y los de fila cero quedamos como sangüche de salame entre esos locos que pugnaban por una visión panorámica y el pobre quimicointas acorralado que, vaya usted a saber, se irritaba. Tonelada, atento al peligro, reculó para atrás y todos nos abrimos como abanico dejando al descubierto una cancha del tamaño de un semicírculo, pero sin orificio de salida, porque de muro a muro estaba la merza. Todos bramábamos como el pabellón de los osos y nos rechinaban los dientes, pero el camionero, que no se le escapa un pelo en la sopa, palpitó que más o menos de uno estaba por mandar in mente su plan de evasión. Chiflido va, chiflido viene, nos puso sobre la pista de un montón aparente de cascote, que se brindaba al observador. Te recordarás que esa tarde el termómetro marcaba una temperatura de sopa y no me vas a discutir que un porcentaje nos sacamos el saco. Lo pusimos de guardarropa al pibe Saulino, que así no pudo participar en el apedreo. El primer cascotazo lo acertó, de puro tarro, Tabacman, y le desparramó las encías, y la sangre era un chorro negro. Yo me calenté con la sangre y le arrimé otro viaje con un cascote que le aplasté una oreja y ya perdí la cuenta de los impactos, porque el bombardeo era masivo. Fue desopilante; el jude se puso de rodillas y miró al cielo y rezó como ausente en su media lengua. Cuando sonaron las campanas de Monserrat se cayó, porque estaba muerto. Nosotros nos desfogamos un rato más, con pedradas que ya no le dolían. Te lo juro, Nelly, pusimos el cadáver hecho una lástima. Luego Morpurgo, para que los muchachos se rieran, me hizo clavar la cortapluma en lo que hacía las veces de cara.
L’hydre —univers tordant son corps écaillé d’astres.
...
Sin hacerme caso, me aclaró que su libro cantaría la fraternidad de todos los hombres.
El poeta de nuestro tiempo no puede dar la espalda a su época.
Me quedé pensando y le pregunté si verdaderamente se sentía hermano de todos. Por ejemplo, de todos los empresarios de pompas fúnebres, de todos los carteros, de todos los buzos, de todos los que viven en la acera de los números pares, de todos los afónicos, etcétera. Me dijo que su libro se refería a la gran masa de los oprimidos y parias.
—Tu masa de oprimidos y de parias —le contesté—no es más que una abstracción.
Sólo los individuos existen, si es que existe alguien. El hombre de ayer no es el hombre de hoy sentenció algún griego. Nosotros dos, en este banco de Ginebra o de Cambridge, somos tal vez la prueba.
I'm looking for the face I had
Before the world was made.
Yeats: The winding stair.
... Este, mientras combatía en la oscuridad (mientras su cuerpo combatía en la oscuridad), empezó a comprender. Comprendió que un destino no es mejor que otro, pero que todo hombre debe acatar el que lleva adentro. Comprendió que las jinetas y el uniforme ya lo estorbaban. Comprendió su íntimo destino de lobo, no de perro gregario; comprendió que el otro era él. Amanecía en la desaforada llanura; Cruz arrojó por tierra el quepis, gritó que no iba a consentir el delito de que se matara a un valiente y se puso a pelear contra los soldados junto al desertor Martín Fierro.
Haber visto crecer a Buenos Aires, crecer y declinar.
Recordar el patio de tierra y la parra, el zaguán y el aljibe.
Haber heredado el inglés, haber interrogado el sajón.
Profesar el amor del alemán y la nostalgia del latín.
Haber conversado en Palermo con un viejo asesino.
Agradecer el ajedrez y el jazmín, los tigres y el hexámetro.
Leer a Macedonio Fernández con la voz que fue suya.
Conocer las ilustres incertidumbres que son la metafísica.
Haber honrado espadas y razonablemente querer la paz.
No ser codicioso de islas.
No haber salido de mi biblioteca.
Ser Alonso Quijano y no atreverme a ser don Quijote.
Haber enseñado lo que no sé a quienes sabrán más que yo.
Agradecer los dones de la luna y de Paul Verlaine.
Haber urdido algún endecasílabo.
Haber vuelto a contar antiguas historias.
Haber ordenado en el dialecto de nuestro tiempo las cinco o seis metáforas. Haber eludido sobornos.
Ser ciudadano de Ginebra, de Montevideo, de Austin y (como todos los hombres) de Roma.
Ser devoto de Conrad.
Ser esa cosa que nadie puede definir: argentino.
Ser ciego.
Ninguna de esas cosas es rara y su conjunto me depara una fama que no acabo de comprender.
herejía
Error sostenido con pertinencia; sentencia errónea contra los principios ciertos de un arte.
heresiarca
Fundador de una herejía.
Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es.
He asistido, por primera y última vez, a un juicio oral. Un juicio oral a un hombre que había sufrido unos cuatro años de prisión, de azotes, de vejámenes y de cotidiana tortura. Yo esperaba oír quejas, denuestos y la indignación de la carne humana interminablemente sometida a ese milagro atroz que es el dolor físico. Ocurrió algo distinto. Ocurrió algo peor. El réprobo había entrado enteramente en la rutina de su infierno. Hablaba con simplicidad, casi con indiferencia, de la picana eléctrica, de la represión, de la logística, de los turnos, del calabozo, de las esposas y de los grillos. También de la capucha. No había odio en su voz. Bajo el suplicio, había delatado a sus camaradas; éstos lo acompañarían después y le dirían que no se hiciera mala sangre, porque al cabo de unas “sesiones” cualquier hombre declara cualquier cosa. Ante el fiscal y ante nosotros, enumeraba con valentía y con precisión los castigos corporales que fueron su pan nuestro de cada día.
Doscientas personas lo oíamos, pero sentí que estaba en la cárcel. Lo más terrible de una cárcel es que quienes entraron en ella no pueden salir nunca. De éste o del otro lado de los barrotes siguen estando presos. El encarcelado y el carcelero acaban por ser uno.
Stevenson creía que la crueldad es el pecado capital; ejercerlo o sufrirlo es alcanzar una suerte de horrible insensibilidad o inocencia. Los réprobos se confunden con sus demonios, el mártir con el que ha encendido la pira. La cárcel es, de hecho, infinita.
De las muchas cosas que oí esa tarde y que espero olvidar, referiré la que más me marcó, para librarme de ella. Ocurrió un 24 de diciembre. Llevaron a todos los presos a una sala donde no habían estado nunca. No sin algún asombro vieron una larga mesa tendida. Vieron manteles, platos de porcelana, cubiertos y botellas de vino. Después llegaron los manjares (repito las palabras del huésped). Era la cena de Nochebuena. Habían sido torturados y no ignoraban que los torturarían al día siguiente. Apareció el Señor de ese Infierno y les deseó Feliz Navidad. No era una burla, no era una manifestación de cinismo, no era un remordimiento. Era, como ya dije, una suerte de inocencia del mal. ¿Qué pensar de todo esto? Yo, personalmente, descreo del libre albedrío. Descreo de castigos y de premios. Descreo del infierno y del cielo. Almafuerte escribió: “Somos los anunciados, los previstos, / si hay un Dios, si hay un punto Omnisapiente; / ¡y antes de ser, ya son, en esa mente, los Judas, los Pilatos y los Cristos!
Sin embargo, no juzgar y no condenar el crimen sería fomentar la impunidad y convertirse, de algún modo, en su cómplice. Es de curiosa observación que los militares, que abolieron el Código Civil y prefirieron el secuestro, la tortura y la ejecución clandestina al ejercicio público de la ley, quieran acogerse ahora a los beneficios de esa antigualla y busquen buenos defensores. No menos admirable es que haya abogados que, desinteresadamente sin duda, se dediquen a resguardar de todo peligro a sus negadores de ayer.
El hombre que desembarcó en Buenos Aires en 1871 se llamaba Johannes Dahlmann y era pastor de la Iglesia evangélica; en 1939, uno de sus nietos, Juan Dahlmann, era secretario de una biblioteca municipal en la calle Córdoba y se sentía hondamente argentino. Su abuelo materno había sido aquel Francisco Flores, del 2 de infantería de línea, que murió en la frontera de Buenos Aires, lanceado por indios de Catriel: en la discordia de sus dos linajes, Juan Dahlmann (tal vez a impulso de la sangre germánica) eligió el de ese antepasado romántico, o de muerte romántica.
....
Los de la otra mesa parecían ajenos a él. Dalhman, perplejo, decidió que nada había ocurrido y abrió el volumen de Las Mil y Una Noches, como para tapar la realidad. Otra bolita lo alcanzó a los pocos minutos, y esta vez los peones se rieron. Dahlmann se dijo que no estaba asustado, pero que sería un disparate que él, un convaleciente, se dejara arrastrar por desconocidos a una pelea confusa. Resolvió salir; ya estaba de pie cuando el patrón se le acercó y lo exhortó con voz alarmada:
-Señor Dahlmann, no les haga caso a esos mozos, que están medio alegres.
Dahlmann no se extrañó de que el otro, ahora, lo conociera, pero sintió que estas palabras conciliadoras agravaban, de hecho, la situación. Antes, la provocación de los peones era a una cara accidental, casi a nadie; ahora iba contra él y contra su nombre y lo sabrían los vecinos. Dahlmann hizo a un lado al patrón, se enfrentó con los peones y les preguntó qué andaban buscando.
El compadrito de la cara achinada se paró, tambaleándose. A un paso de Juan Dahlmann, lo injurió a gritos, como si estuviera muy lejos. Jugaba a exagerar su borrachera y esa exageración era otra ferocidad y una burla. Entre malas palabras y obscenidades, tiró al aire un largo cuchillo, lo siguió con los ojos, lo barajó e invitó a Dahlmann a pelear. El patrón objetó con trémula voz que Dahlmann estaba desarmado. En ese punto, algo imprevisible ocurrió.
Desde un rincón el viejo gaucho estático, en el que Dahlmann vio una cifra del Sur (del Sur que era suyo), le tiró una daga desnuda que vino a caer a sus pies. Era como si el Sur hubiera resuelto que Dahlmann aceptara el duelo. Dahlmann se inclinó a recoger la daga y sintió dos cosas. La primera, que ese acto casi instintivo lo comprometía a pelear. La segunda, que el arma, en su mano torpe, no serviría para defenderlo, sino para justificar que lo mataran. Alguna vez había jugado con un puñal, como todos los hombres, pero su esgrima no pasaba de una noción de que los golpes deben ir hacia arriba y con el filo para adentro. No hubieran permitido en el sanatorio que me pasaran estas cosas, pensó.
-Vamos saliendo- dijo el otro.
Salieron, y si en Dahlmann no había esperanza, tampoco había temor. Sintió, al atravesar el umbral, que morir en una pelea a cuchillo, a cielo abierto y acometiendo, hubiera sido una liberación para él, una felicidad y una fiesta, en la primera noche del sanatorio, cuando le clavaron la aguja. Sintió que si él, entonces, hubiera podido elegir o soñar su muerte, ésta es la muerte que hubiera elegido o soñado.
Juan López y John Ward.
Les tocó en suerte una época extraña. El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras. López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward en la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer El Quijote. El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en un aula de la calle Viamonte. Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel. Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen. El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.
Miguel León-Portilla filósofo e historiador mexicano, principal experto en materia del pensamiento y la literatura náhuatl, murió el 1 de octubre del 2019.
En 1959 se publicó por vez primera su obra Visión de los vencidos, en la que organizó textos escritos en náhuatl y traducidos por Garibay, que reflejaban el testimonio desde el punto de vista indígena de la Conquista de México. Involucró textos, que se reunieron, presentaron y anotaron de tenochcas, tlatelolcas, tezcocanos y tlaxcaltecas. La obra se tradujo a quince idiomas y se creó también una versión en braille.
También logró reconocimiento a través de la traducción, interpretación y publicación de varias recopilaciones de obras en náhuatl. León-Portilla ha encabezado un movimiento para entender y revaluar la literatura náhuatl, no solo de la era precolombina, sino también la actual, ya que el náhuatl sigue siendo la lengua materna de 1,5 millones de personas.
El conocimiento sobre las culturas prehispánicas no sera el mismo sin Miguel León-Portilla. Investigador incansable y erudito en el tema indígena, que dedico su vida a hurgar el pasado para poder comprender el presente. A lo largo de su carrera gano premios entre los que destacan, el Nacional de Ciencias Sociales, Historia y Filosofía (1981), Medalla Belisario Domínguez (1995), Orden de las Palmas Académicas en Francia (2000), el Internacional Alfonso Reyes (2000) y el Internacional Menéndez Pelayo por la Universidad de Santander (2001). Su bibliografía supera una veintena de títulos, entre los cuales el Fondo de cultura económica recomienda cuatro obras esenciales:
Hasta 1959, cuando apareció por primera vez este libro, ya tantas veces reeditado, el único testimonio difundido sobre la Conquista era la crónica victoriosa de los propios españoles. Miguel León-Portilla tuvo el acierto de organizar textos traducidos del náhuatl por Ángel María Garibay para darnos la Visión de los vencidos: la imagen que los indios de Tenochtitlán, Tlatelolco, Tezcoco, Chalco y Tlaxcala se formaron acerca de la lucha contra los conquistadores y la ruina final del mundo azteca.
Entrar en los arcanos de la historia y del pensamiento náhuatl a través de sus propias palabras es acercarnos al corazón de un pueblo que vivió la grandeza y el infortunio en carne propia, para llegar hasta los más íntimos sentimientos que formaron las bases de una filosofía y de una manera de entender el mundo en mitos, relatos, anales y códices que expresaron la manera de pensar del pueblo náhuatl. Conocedor de las fuentes históricas y de la arqueología, León-Portilla nos lleva por los senderos que nos abren las múltiples esencias de las sociedades que poblaron el valle de México.
Atendiendo a los testimonios de la oralidad que se trasvasaron en lengua indígena a escritura alfabética, el autor plantea con sentido crítico, hasta qué grado se produjo un rescate o hubo tergiversaciones y otras formas de manipulación de la antigua palabra. Razón central de este libro es buscar respuesta a una pregunta que concierne a nuestra herencia de cultura: ¿perdurar, al menos en parte, recopilada y trasvasada a escritura alfabética, fue el destino de la palabra que resonó en Mesoamérica y se evocó siguiendo el contenido de los libros de caracteres y pinturas?
Antigua y Nueva Palabra. Aguilar.
En colaboración Earl Shorris realizaron una de las más completas, sino es que la más, antología de literatura mesoamericana desde los tiempos precolombinos hasta finales del siglo XX. Escritura maya, cantos nahuas, poemas mixtecos, zapotecos y mazatecas. Sobre el libro escribió Carlos Fuentes: “Este libro devuelve la palabra al pasado y al presente indígenas de México. Nos asegura por ello, que estos hombres y mujeres nuestros –los más memoriosos, los más imaginativos, los más soñadores- serán escuchados en el futuro. No podemos, sin sus voces, integrar el gran coro de México”.Librería Virtual
Xicmocuitlahui in tlilli in tlapalli
in amoxtli, in tlahcuilolli
intloc, innahuac ximocalaqui
in yolizmatqui, in tlamatini
Cuida de la tinta negra y roja
los libros, las pinturas,
colócate junto y al lado
del que es prudente, del que es sabio.
El libro que publica Era, Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores y El Colegio Nacional es obra de Miguel León-Portilla y está ilustrado con bellas y coloridas pinturas de Vicente Rojo. Meterse a sus páginas es entrar a un mundo fascinante que nos muestra la cosmovisión de los antiguos mexicanos mediante sus composiciones poéticas con connotaciones religiosas, líricas, guerreras y, sorprendentemente, también eróticas. Asimismo encontramos relatos legendarios acerca de los orígenes divinos, cósmicos y humanos y relatos de contenido histórico o didáctico, muchos de ellos portadores de lo que fue la arraigada sabiduría de los pueblos nahuas. Esa misma palabra es la adecuada para describir a León-Portilla, sabio, en la más amplia extensión de la palabra.
Portilla dedicó su vida al estudio de la cultura náhuatl desde las más diversas perspectivas, sacando a la luz el alma de un pueblo que fue brutalmente sojuzgado y cuya rica cultura logró en gran medida sobrevivir gracias a los afanes de hombres como Bernardino de Sahagún y Andrés de Olmos.
Con la finalidad de difundir por medios electrónicos este universo de publicaciones, el Instituto Nacional de Antropología e Historia pone a disposición del público en general 66 títulos gratis en formato digital o electrónico.
Las obras pertenecen al Catálogo de Publicaciones del INAH y reflejan la pluralidad de las disciplinas de las que los especialistas del Instituto y académicos invitados se ocupan. La selección incluye textos de importantes investigadores, como Miguel León-Portilla, Ignacio Marquina, Alfonso Caso, Manuel Gamio, Román Piña Chan, Enrique Nalda, Beatriz Barba de Piña Chan, Baltazar Brito, Enrique Florescano, Roberto García Moll, Joaquín García-Bárcena, Yólotl González Torres, Leonardo López Luján, Ma. Consuelo Maquívar, Guadalupe Mastache Flores, Eduardo Matos Moctezuma, Margarita Nolasco, Constantino Reyes-Valerio y Alberto Ruz Lhuillier, entre otros.
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EL CONCEPTO NAHUATL DE LA EDUCACION "xtlamachüiztli": dar sabiduría a los rostros ajenos
Tal vez no exista modo mejor de conocer los ideales de una cultura que estudiando el concepto alcanzado en ella acerca de la educación. En el caso de la cultura náhuatl prehispánica, sabemos que existieron en ella diversos tipos de escuelas o centros de educación. Dan innegable testimonio de esto las pinturas de códices como el Mendocino y el Florentino, así como las numerosas crónicas e historias de Motolinía, Sahagún, Durán, Mendieta, Torquemada e Ixtlixóchitl, para no citar otros más. Sobre los datos aportados por esas fuentes, se han publicado varios estudios en los que se describe el funcionamiento de los telpochcalli o casas de jóvenes, donde se preparaba una gran mayoría de éstos para el arte de la guerra principalmente. Se menciona también la existencia de centros de educación superior, los calmécac, en los que se trasmitían los conocimientos más elevados de la cultura náhuatl. Finalmente, se añade que funcionaban también entre los nahuas las cuicacalli, en las que se enseñaba a los jóvenes el canto, la danza y la música.
"Rostro y corazón": punto de partida del concepto náhuatl de la educación Para poder penetrar siquiera un poco en los ideales de la educación entre los nahuas, es necesario partir de otra concepción suya fundamental. Nos referimos al modo como llegaron a considerar los sabios nahuas lo que llamamos "persona humana". Ante el peligro de desviarnos de nuestro asunto principal, diremos brevemente que encontramos en los textos algo que se repite especialmente en pláticas o discursos: al referirse el que ha tomado la palabra a aquél con quien está hablando, aparece la siguiente expresión idiomática náhuatl: "vuestro rostro, vuestro corazón". Obviamente se designa con estas palabras la persona del interlocutor. Y hallamos esto no en casos aislados, sino en la casi totalidad de los discursos pronunciados de acuerdo con las reglas del que llamaban los nahuas tecpilatolli, o sea, "lenguaje noble o cultivado".
In ixtli, in yóllotl, "la cara, el corazón", simbolizan siempre lo que hoy llamaríamos fisonomía moral y principio dinámico de un ser humano. El siguiente texto, recogido por Sahagún, en el que se describe el supremo ideal del "hombre maduro", mostrará mejor que un largo comentario el papel fundamental del "rostro y corazón", dentro del pensamiento náhuatl acerca de la educación:
El hombre maduro; corazón firme como la piedra, corazón resistente como el tronco de un árbol; rostro sabio, dueño de un rostro y un corazón, hábil y comprensivo.
Ser "dueño de un rostro y un corazón": he aquí el rasgo definitivo que caracteriza a un auténtico hombre maduro (omácic oquichtli). De no poseer un "rostro y un corazón", tendría entonces que ocultar "su corazón amortajado'' y cubrir con una máscara su falta de rostro, como se afirma expresamente en otro texto, hablando de lo que se presupone para llegar a ser un artista. Pero, hay algo más. En el texto citado no se dice únicamente que el auténtico hombre maduro "es dueño de un rostro y un corazón", sino que se añade que posee "un rostro sabio" y "un corazón firme como la piedra". Estos calificativos están presuponiendo, como vamos a ver, que el omácic oquich· tli, "el hombre maduro", ha recibido el influjo de la educación náhuatl. "I xtlamachüiztl.i'': acción de dar sabiduría a los rostros ajenos
La figura del sabio náhuatl en su función de maestro, temachtiani: Maestro de la verdad, no deja de amonestar. Hace sabios los rostros ajenos, hace a los otros tomar una cara, los hace desarrollarla. Les abre los oídos, los ilumina. Es maestro de guías, les da su camino, de él uno depende. Pone un espejo delante de los otros, los hace cuerdos y cuidadosos, hace que en ellos aparezca una cara ... Gracias a él, la gente humaniza su querer, y recibe una estricta enseñanza. Hace fuertes los corazones, conforta a la gente, ayuda, remedia, a todos atiern1e. Entre los diversos atributos del temachtiani o maestro náhuatl, podemos distinguir claramente dos clases. Por una parte, aquellos que se refieren a "hacer que los educandos tomen un rostro, lo desarrollen, lo conozcan y lo hagan sabio". Por otra, los que nos lo muestran "humanizando el querer de la gente" (itech netlacaneco) y "haciendo fuertes los corazones".
El solo análisis lingüístico de cinco términos nahuas con que se describe en el texto ya citado la figura del maestro o temachtiani, constituirá el más elocuente comentario acerca de su misión dentro del mundo náhuatl.
Es el primero, teixcuitiani: "que-a-los-otros-una-cara-hace -tomar". Magnífico ejemplo de lo que hemos llamado "ingeniería lingüística náhuatl". Está compuesto de los siguientes elementos: el prefijo te-(a los otros); el semantema radical de ix-(tli: rostro) ; y la forma principia! cuitiani ("que hace tomar"). Reunidos estos elementos, teix-cuitiani significa a la letra (el que) "a-los-otros-un-rostro-hace··tomar".
El segundo término es te-ix-tlamachtia-ni: "que-a-los-ros-tros-de-los-otros-da-sabiduría". De nuevo indicamos los elementos que lo forman: te (a los otros) ; ix ( tli: rostro o ros-tros) ; tlamachtiani (el que hace sabios, o hace saber las cosas) . Reunidos los diversos semantemas, te-ix-tlamachtiani vale tanto como "el-que-hace-sabios-los-rostros-de-los-otros".
Tercer término, tetezcahuiani: "que-a-los-otros-un-espejo· pone delante". Compuesto de te (a los otros) ; tézcatl (espejo), palabra de la que se deriva tezcahuiani: "que espejea", o pone delante un espejo. La finalidad de esta acción claramente se indica al añadirse en el texto citado que obra así, para que se vuelvan "cuerdos y cuidadosos"'.
Cuarto término, netlacaneco (itech) : "gracias-a-él,-se-humaniza-el-querer-de-la-gente". Se aplica al maestro, diciendo que itech (gracias a él) ; ne (la gente), tlacaneco (es querida humanamente) . Este último término es· a su vez compuesto de neco (forma pasiva de nequi: "querer") y de tláca (ti), "hombre".
Quinto término: tlapolpachivita: "hace-fuertes-los-corazones". Compuesto de tia-prefijo de carácter indefinido que connota una relación con "las cosas o las circunstancias más variadas"; yól ( otl: corazón) ; pachivitia (hace fuertes).
Reunidos pues los diversos elementos: tla-yol-pachivitia signi-fica precisamente "con relación a las cosas, hace fuertes los corazones". Tal es el significado de estos cinco atributos del maestro náhuatl. En ellos se destaca, como en acción, el concepto de la educación náhuatl, que a continuación vamos a ver formu-lado con la máxima claridad en el siguiente texto, recogido por fray Andrés de Olmos. Al lado de una breve enumeración del carácter moral de la educación náhuatl se formula lo que constituía la raíz misma de su sentido y finalidad, "dar sabiduría a los rostros ajenos": Comenzaban a enseñarles: cómo han de vivir, cómo han de obedecer a las personas, cómo han de respetar las, cómo deben entregarse a lo conveniente, lo recto, y cómo han de evitar lo no-conveniente, lo no recto, huyendo con fuerza de la perversión y la avidez.
Todos allí recibían con insistencia: la acción que da sabiduría a los rostros ajenos (la educación) , la prudencia y la cordura. Difícil sería querer desentrañar aquí el sentido de todos los conceptos expresados en este texto. Pero, al menos sí hemos de analizar el pensamiento fundamental en el que se describe precisamente la concepción náhuatl de la educación. Después de indicarse en el texto varios de los temas que constituían el objeto de la educación entre los nahuas: "cómo han de vivir, cómo han de obedecer a las personas ... cómo deben entregarse a lo conveniente, lo recto" (criterio náhuatl de lo moral), pasa a formularse expresamente aquello que era la inspiración y e) meollo de lo que se impartía a los estudiantes: "todos allí recibían con insistencia, la acción que da sabiduría a los rostros ajenos", la ixtlamachiliztli náhuatl.
Un breve análisis lingüístico del término ixtlamachiliztli, nos revelará los matices de su significado. Se trata de un compuesto de los siguientes elementos: ix ( tli: al rostro, o a los rostros) y tlamachiliztli, sustantivo de sentido pasivo y de ac-ción aplicativa. Se deriva del verbo macho voz pasiva de ma-tli: "saber". En su forma terminada en -1-iztli, toma el sentido unas veces abstracto, y otras de acción que se aplica a alguien. Aquí, al anteponérsele el semantema radical de ix-tli, "rostro", obviamente se indica que se aplica precisamente a éste, como sujeto pasivo, la trasmisión de la sabiduría. Creemos, por consiguiente, apegarnos al sentido original del término ixtlama-chiliztli, al traducirlo como "acción de dar sabiduría a los rostros (ajenos) ". Visto el sentido de esta palabra, parece importante tocar ahora siquiera dos puntos que ayudarán a comprender mejor el alcance de este concepto náhuatl de la educación. Es el primero la gran resonancia que alcanzó esta idea en los más variados órdenes de la vida cultural de los nahuas. Muchos son los textos que pudieran aducirse para mostrar lo que estamos diciendo. Así, por ejemplo, cuando se describe la figura del sumo sacerdote que llevaba el título de Quetzal-cóatl, se afirma que una de las condiciones para llegar a tan elevada dignidad era precisamente poseer "un rostro sabio y un corazón firme".
Igualmente, significativo, es otro texto en el que al mostrarse el ideal del amantécatl, o artista de los trabajos de plumería, se dice ya en las primeras frases: El amantécatl, artista de las plumas: nada le falta: es dueño de un rostro y un corazón. Y finalmente para no alargar más esta serie de testimonios, transcribimos un texto en el que, hablando de los pochtecas o comerciantes, quienes, como se sabe, tenían que emprender largos y penosos viajes a lugares a veces tan distantes como el Xoconochco (Soconusco), se refiere que todo eso presuponía en ellos: Un rostro que sabe hacer que las cosas se logren ... y un corazón recto, un corazón respetuoso de Dios.
En resumen, volviendo a citar aquí las líneas más significativas, acerca del supremo ideal humano entre los nahuas, el "varón maduro", omácic oquichtli, debía poseer: Un corazón firme como la piedra, resistente como el tronco de un árbol ; un rostro sabio. Ser dueño de un rostro y un corazón. El modo de formar '~rostros sabios y corazones firmes" Es este el último punto que nos hemos propuesto tocar, para acabar de mostrar algo de lo más importante del pensamiento náhuatl acerca de la educación.
Existen entre los informes recogidos por Sahagún, varios textos que pudieran describirse como "los reglamentos", en los que se especifica qué es lo que se enseñaba a los jóvenes nahuas, y cómo se llevaba a cabo la formación de su "rostro y corazón". Ante la imposibilidad de dar y comentar aquí todos esos textos, sólo vamos a transcribir a continuación dos de los más significativos, lo suficientemente claros como para poder ser comprendidos sin una larga explicación. El primero, proveniente del Códice florentino, menciona, por una parte, toda una serie de prácticas exteriores como "ir a traer a cuestas la leña, barrer los patios, ir a buscar puntas de maguey", etc., dirigidas principalmente a desarrollar en los estudiantes el sentido de la obligación y responsabilidad, aun en el cumplimiento de quehaceres que pueden parecer de poca importancia. Así, se iba dando firmeza a la voluntad, o, como decían los nahuas "al corazón" de los educandos. Pero, la parte más interesante del texto y que es la que aquí transcribimos, presenta lo que constituía la enseñanza propiamente intelectual de los calmécac, dirigida a formar "rostros sabios"'. Se les enseñaban cuidadosamente los cantares, los que llamaban cantos divinos; se valían para esto de las pinturas de los códices. Les enseñaban también la cuenta de los días, el libro de los sueños y el libro de los años {los anales). Abarcaba por tanto esa "acción de dar sabiduría a los rostros ajenos" (ixtlamachiliztli), la trasmisión de los canta-res, especialmente de los llamados "divinos", donde se encerraba lo más elevado del pensamiento religioso y filosófico de los nahuas. Aprendían asimismo el manejo del tonalpo-hualli o "cuenta de los días"; la interpretación de los sueños y los mitos, así como los anales históricos, en los que se contenían, indicándose con precisión la fecha, la relación de los hechos pasados de más importancia. Y como un complemento de lo dicho en el texto citado, encontramos en uno de los huehuetlatolli recogidos por Olmos, otro testimonio de máxima importancia para acabar de conocer lo que constituía el núcleo de enseñanzas en los centros nahuas de educación, ahora principalmente en los telpochcalli: Cuando han comido comienzan otra vez a enseñarles: a unos cómo usar las armas, a otros cómo cazar, cómo hacer cautivos en la guerra, cómo han de tirar la cerbatana, o arrojar la piedra. Todos aprendían a usar el escudo, la macana, cómo lanzar el dardo y la flecha mediante la tiradera y el arco. También cómo se caza con la red y cómo se caza con cordeles. Otros eran enseñados en las variadas artes de los toltecas ... Así, mientras en los calmécac se ponía más empeño en la enseñanza de tipo intelectual, en los telpochcalli se preocupaban especialmente por lo que se refiere al desarrollo de las habilidades del joven para la guerra y la caza. Sin embargo, aun allí no se descuidaba la trasmisión de "las variadas artes de los toltecas". Conclusión Mucho es lo que pudiera añadirse, presentando en su integridad los varios "reglamentos" en náhuatl, principalmente de los calmécac, trasmitidos a Sahagún por sus informantes. Igualmente podrían estudiarse los varios discursos y exhortaciones de índole moral, que se repetían con frecuencia a los estudiantes.
Mientras en la época actual, por varias razones que no nos toca discutir aquí, existe en México una lamentable escasez de escuelas, que impide a muchos niños y jóvenes recibir los beneficios de la educación, en el mundo náhuatl prehispánico y aunque parezca sorprendente este hecho, sabemos por numerosos testimonios que no había un solo niño privado de la posibilidad de recibir esa "acción que da sabiduría a los rostros ajenos".
Y hablando en relación con esta práctica que obligaba a todos los padres de familia nahuas a atender la educación de sus hijos, factor indispensable para que pudieran ocupar su puesto dentro de la comunidad, nos dice fray Juan de Torquemada lo siguiente: "todos los padres en general tenían cui-dado, según se dice, de enviar a sus hijos a estas escuelas o generales (por lo menos), desde la edad de seis años hasta la de nueve, y eran obligados a ello ... Frente a este hecho que permitía a todo niño o joven náhuatl poder recibir la formación necesaria para hacer de sí mismo "un rostro sabio y un corazón firme", creemos que no hay mejor comentario con el que podamos concluir este ensayo, que citando las palabras de Jacques Soustelle en su libro La vida cotidiana de los aztecas:
Es admirable que en esa época y en ese continente un pueblo indígena de América haya practicado la educación obligatoria para todos y que no hubiera un solo niño mexicano del siglo XVI, cualquiera que fuese su origen social, que estuviera privado de escuela.
Con más curiosidad que esperanza, y sin mucho que abandonar, un día empaque un cambio de ropa y me fui a Colorado, sin más plan que el deseo de levantarme de entre los muertos.
Arn Lobo
Disponible en Amazon.com en formato de libro electrónico hay un pequeño panfleto sobre la indigencia en Denver, Colorado. Este libro, titulado Crónicas coloradas; Imágenes del desahucio, escrito por Lobo, fue concebido parte cuentos, parte narración de viaje, parte poesía. Nos cuenta Lobo que la idea inicial del libro era de hacer una crónica de viaje a Denver, Colorado, pero la decrepitud de lugar se impuso inmediatamente como una estampa del desahucio.
A los mexicanos nos resulta natural ver gente mendigando en la calle, pero ver sombras zarrapastrosas empujando carritos de supermercado, llenos con todas sus pertenencias, por las ciudades del imperio resulta pintorescamente surrealista.
En el albor del tercer milenio, la polarización social y la concentración de la riqueza es evidente en los Estados Unidos. Aunque en México todavía se tiene la imagen de que la pobreza a la gringa es hiperbólica, la verdad es que millones de ciudadanos del imperio no tienen garantizado el pan de cada día.
El libro también incluye un cuento basado en una nota periodística que ocurrió en Utah. Un indigente de origen mexicano es baleado en un apartamento que allano en una gélida noche de tormenta invernal.
Cuando Lobo hizo el viaje a Colorado, veía los síntomas ubicuos de descomposición social con una mezcla de desesperación y optimismo. Tenia la idea de que las cosas iban mal, pero que eran travesuras del uno por ciento y que, aunque improbables, existen en principio medidas que la sociedad pudiera tomar para enderezar el rumbo. Parece que el problema es más fundamental, y no un efecto accidental y secundario del modelo neo-liberal. La verdad, es que simplemente el ser humano no tiene garantizada una posición de preponderancia en el mundo y la posibilidad de una regresión a un estado animal pre-cultural no es inconcebible.El orden social es el derecho básico, pero no es un derecho natural, sino una convención.
El sistema socio-económico mundial actual esta agotado y no son relevantes consideraciones ideológicas abstractas de capitalismo, socialismo, o istmos circunvecinos. Lo que esta en juego no son solo nociones de igualdad o bienestar compartido, sino, la existencia misma del orden social actual, por no hablar del mismo ser humano. Sin embargo, la realidad ambiental no es algo a lo que se pueda controlar con demagogia. Terminamos creyendo la propaganda del sistema, pero la afectación ambiental es real, y potencialmente catastrófica e irreversible. No se pueden hacer acuerdos, ni definir convenciones con el orden natural, la naturaleza es insobornable.
Se solicitan sugerencias sobre que podemos hacer, no en términos de placebos o dádivas auto-complacientes, sino en cambios profundos del orden social.