Juan Villoro
Hoy se cumplen los 144 mil días del B'aktun 13, la cuenta larga de los mayas. Supongamos que en verdad el mundo termina en viernes. ¿Qué mensaje debe comunicar un articulista del último día?
No faltan razones para desear el más allá. El país donde los mayas dejaron su cultura atraviesa un mal momento. Esta semana, la Estela de Luz, monumento ideado para definirnos como nación en el Bicentenario, fue intervenida por mensajes ciudadanos. ¿Qué consignas se plasmaron en esa tabla de las esencias nacionales? Entre otras cosas, pudimos leer este epigrama de luz: "I love tlacoyos". Si ésa es la Patria, el apocalipsis parece un upgrade.
Con el objeto de reflejar las últimas ilusiones de la humanidad (al menos de la mexicana), hice un sondeo sobre las consecuencias del 21 de diciembre de 2012. Para mi enorme sorpresa, noté bastante entusiasmo en no llegar al día siguiente y sobrevivir con buena salud al cataclismo, en el confort que brindan los mundos paralelos.
Mi encuesta empezó con la pregunta: "¿Le gustaría que la Tierra fuera aniquilada por un meteorito?". De 100 personas, sólo una respondió a favor, pero sugiero que la descartemos (se trata de un conocido que descubrió que "B'aktun 13" es el nombre que su esposa le da a su amante).
La tendencia cambió en la siguiente pregunta: "¿Le gustaría que el mundo terminara conforme a una profecía maya?", 36 personas aceptaron una aniquilación prestigiada por el mito. No es mayoría absoluta, pero sí relativa (en México, una tercera parte de los encuestados contesta "quién sabe").
De los 36 partidarios del colapso, 35 creen en el más allá. Si eliminamos al nihilista engañado por su esposa, observamos un universo estadístico que no entiende la aniquilación como una pérdida, sino como una forma de librarse de su cáscara material para alcanzar una mayor espiritualización.
Entre ellos está mi amigo Chacho. Durante décadas ha buscado superarse a través de drogas naturales, yoga, masajes místicos, camas de agua, psicoterapias individuales y de grupo, piedras magnéticas, feng-shui, dietas ricas en granos y una religión new age que lo llevó a raparse y caminar por un desierto de Nuevo México hasta que lo picó un alacrán. Cada uno de los remedios buscados por Chacho ha sido eficaz para otras personas. Sin embargo, no surten efecto en su inconstante personalidad. Es un neurótico cuyo auténtico propósito consiste en cambiar de medicina antes de encontrar alivio.
"Me urge el madrazo maya", dijo con el mismo énfasis con que en otras épocas se refirió al Tarot, la astrología o el psicoanálisis lacaniano.
Chacho persigue soluciones con el secreto afán de que fracasen. ¿En verdad anhela ser congruente? Esa mutación lo despojaría de su ser en sí.
Por su parte, mi amiga Katy dijo que desea reciclarse en el más allá en calidad de "rubia fabulosa". Esto suena tan superficial como un eslogan de tinte para el pelo, pero ella explicó que el paraíso post-apocalíptico no será discriminatorio: ahí una rubia fabulosa será valorada por su mente.
Otro dato decisivo de la encuesta: la posteridad es imaginada de manera muy confusa. Aunque las grandes religiones llevan milenios abordando el tema, la idea que predomina es la de una especie de "spa de la conciencia". Trataré de explicar ese destino de viaje ultraterreno.
Los entusiastas de extinguirse en plan maya creen que viajarán a un sitio en el que serán mejores. Ahí nadie tendrá mala postura ni problemas de sobrepeso. De hecho, nadie tendrá exigencias físicas.
Debo aclarar que mi metodología no fue tan precisa como la que aprendí en las clases de investigación sociológica de Luis Leñero, maestro inolvidable. Varios de los encuestados son mis amigos. Sé que la sinceridad con que se comunican al tercer tequila no se refleja en el sondeo. Nadie describió el más allá como un viaje gratis a Las Vegas.
Sin embargo, todos declararon que deseaban ir a un sitio "más placentero". ¿Qué clase de gratificación se obtiene sin satisfacer caprichos materiales? Por eso hablé de "spa de la conciencia". Luego pedí a los encuestados que resumieran su concepto del más allá. Transcribo algunas definiciones: "un chill-out de la mente", "un Nirvana plus", "un Shangri-La VIP", "un Club-Med espiritual", "un Xibalbá con room service". Todas las expresiones incluyen palabras extranjeras. ¿No podemos extinguirnos en nuestro propio idioma? Hay una explicación psicológica al respecto: el viaje sin retorno implica un rumbo desconocido, radicalmente extranjero.
Curiosamente, incluso entre quienes anhelan transportarse a ese edén advertí una duda. Una vez más, la clave vino de Chacho. Su vida se rige por la inconsistencia. ¿Qué sería de él si se decidiera por algo?
Augusto Monterroso resumió en una frase la imperfección de todo paraíso: "Lo único malo de irse al Cielo es que allí el cielo no se ve".
El lugar definitivo de llegada -el Cielo con mayúscula- cancela la ilusión de ir ahí. En el paraíso no podemos imaginar el paraíso.
Lo malo de que sucediera el apocalipsis es que dejaríamos de temerlo o desearlo.
Hasta mañana, ....
dios maya mediante....!
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