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jueves, 8 de septiembre de 2011
no se puede escribir poesía después de Auschwitz
Yo no sé mucho (Rawls: El velo de ignorancia), pero he leído repetidas veces que "no se puede escribir poesía después de Auschwitz" (El intelectual superfluo), según Theodor Adorno (Theodor Wiesengrund Adorno: Sobre Literatura). Este pensador era un judío que había sobrevivido a los nazis (Memoria y reconciliación: La Iglesia y las culpas del pasado), no como Walter Benjamin, que murió tratando de salvarse, o que no quiso salvarse como Adorno para no sentir la misma culpa (Feuerhelder: Homenaje a Walter Benjamin).
Adorno se había cambiado el apellido mucho antes de la segunda guerra (La Segunda Guerra Mundial): de nacimiento era judío alemán, pero su madre pertenecía a una elegante burguesía, por lo que prefirió autotitularse "Adorno", y quizás esto lo salvó del mayor Asesinato de la Historia (Historia del siglo XX - Historia universal contemporánea).
Fue un filósofo espléndido y un interpretador de su tiempo -según los que saben más que yo (El siglo XX y la producción armamentista mundial)-, y es más, se arrepintió alguna vez de haber "decidido" que... no era posible seguir escribiendo poesía. Pero su frase menos feliz fue recogida por varias generaciones que decidieron en cierto modo la inutilidad de la poesía y cuyas consecuencias están presentes.
La consecuencia de que ya no se lea poesía parece intrascendente; la consecuencia de que los poetas traten de ocultar sus poemas e intenten novelas y cuentos, ensayos o alguna forma de prosa, también.
Más allá de que el clima de la época influye en el espíritu, en cualquier espíritu humano, se me da por pensar que si la gente estuviera leyendo la tan inútil poesía estaría más calma; que si la gente aunque fuera tratara de competir por ser el mejor poeta, dejaría de competir por ser el mejor armado para la guerra. Es decir, las flaquezas de la especie se resolverían de un modo más humano.
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