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martes, 1 de octubre de 2019

2 de octubre

Selig sind die Vergesslichen: denn sie werden auch mit ihren Dummheiten „fertig“
Friedrich Nietzsche

Como secretario de Gobernación, Echeverría tuvo necesariamente que estar plenamente informado del plan utilizado para reprimir a los estudiantes: Responsable por omisión o por comisión de los sucesos del 2 de octubre de 1968, dice Julio Scherer García en su libro.



El líder estudiantil Raúl Álvarez Garín, autor de La estela de Tlatelolco. Una reconstrucción histórica del movimiento estudiantil del 68, escribe:

A estas alturas, la colección de señalamientos de carácter político incriminatorio de unos con respecto a otros, y después de tantos años, ya acumula un buen legajo y es bastante significativa: Echeverría responsabiliza a Díaz Ordaz de los sucesos de Tlatelolco; Norberto Aguirre. Palancares, Corona del Rosal, Rodolfo González Guevara y otros, responsabilizan a Echeverría; Alfonso Martínez Domínguez afirma que el 10 de junio lo planeó y ejecutó Echeverría, pero existen decenas de declaraciones que lo incriminan a él directamente.

Tantos años después, aún no se sabe de dónde partieron las órdenes. El presidente mexicano de aquellos momentos, Gustavo Díaz Ordaz, al parecer pidió la presencia militar en la plaza, pero fue el Comando Supremo de las Fuerzas Armadas quien ordenó el fuego. Todos los documentos de aquella matanza se quemaron o no aparecen. El presidente mexicano, Díaz Ordaz, ya murió; su sucesor, Echevarría, dice no saber nada. Sólo ciertos documentos de la CIA, el FBI, la Casa Blanca y el Pentágono, parecen arrojar algo de luz sobre el asunto:

  • El Pentágono había enviado durante 1968 a México expertos en luchas antisubversivas para enseñar a los militares mexicanos.
  • Hay documentos en los que Echevarría, Secretario de Gobernación durante el Gobierno de Díaz Ordaz, y sucesor en la Presidencia del mismo, indicó a la CIA que la situación se controlaría en poco tiempo.
  • Según la CIA, el Gobierno mexicano había arreglado con algunos de los lideres estudiantiles una falsa acusación por la que dirigentes políticos contrarios al Gobierno eran los que andaban detrás de las revueltas estudiantiles.


El grito ‘Batallón Olimpia no disparen’ es el grito del Olimpia al Ejército: ‘Somos el Batallón Olimpia, no nos disparen a nosotros’. Esto demuestra que no tenían ni siquiera un radio, ésa es la prueba de la falta de coordinación: grupos diferentes del Ejército que están comprometidos en una misma operación militar se comunican de distintas formas, pero nunca a gritos, eso sí resulta absolutamente aberrante.

El fotógrafo de Paris Match dice que se encontraba en el edificio Chihuahua, en el tercer piso, tirado en el suelo, rodeado de gente que tenía un guante blanco en la mano, y que estaban también tirados en el suelo. ¿Qué hacían los del Olimpia tirados en el suelo? Ellos eran los que llegaron a comenzar los disparos, ellos eran los armados. Estaban tirados en el suelo porque el Ejército vio los fogonazos y dijo: ¡Son los estudiantes quienes nos están disparando! Y respondieron al fuego, y fueron avanzando, disparando hacia arriba, no hacia la gente. Si el Ejército que tenía rodeada toda la plaza hubiera llegado disparándole a la gente,  no hubiéramos tenido 30 o 40 muertos, que son los que están en la estela que levantaron en uno de los aniversarios con el nombre de los muertos, o los 100 o 200 que se han dicho, hubiera sido ¡todo el mundo!

En ninguna de las actas las autoridades permitieron que se constatara la presencia del Batallón Olimpia. Pero, paradójicamente, el dato se les escapó en sus declaraciones a los militares que resultaron heridos. El teniente Sergio Alejandro Aguilar Lucero, del Batallón Olimpia, en el Hospital Militar, declaró: ‘Soy miembro del Batallón Olimpia que fue conformado para salvaguardar las instalaciones olímpicas, y nos dieron orden para venir hoy por la tarde del 2 de octubre. Vestidos de civil nos identificaron con un guante blanco en la mano izquierda’. Lo mismo dijo el capitán Ernesto Morales Soto.


Aún se desconoce la cifra exacta de los muertos y heridos. El gobierno mexicano manifestó en 1968 que fueron sólo 20 muertos, tres años más tarde, la escritora Elena Poniatowska, en su libro La noche de Tlatelolco publicó la entrevista de una madre que buscó entre los cadáveres a su hijo y reveló que por lo menos había contado 65 cadáveres en un solo lugar. Jorge Castañeda en su artículo “Los 68 del 68“, publicado el 30 de agosto de 2006 en el periódico Reforma escribió:

De acuerdo con el informe histórico, en la Plaza de las Tres Culturas murieron ―cabalísticamente― 68 estudiantes y un soldado…”. Y todo uso de la fuerza pública se empezó automáticamente a asimilar al 68, pero al 68 magnificado: al de los 500, no al de los 68. Todo uso de la fuerza se volvió una masacre en potencia…”


A las víctimas del 2 de octubre se les debe una reparación y a los responsables un castigo. La intolerancia, el autoritarismo, y la pasividad de la población, permitieron que se diera el trágico suceso de 1968, en Tlatelolco. A diferencia de otros países latinoamericanos que están saldando las cuentas de la represión durante la guerra fría, México sigue sin dilucidar la matanza de Tlatelolco.
La deuda está pendiente.




El 68


No había crítica ni censura. Por eso Carlos Monsiváis pudo escribir: “En 1968, el sistema presidencialista conoce su apogeo… Todo es gobierno y casi nada oposición”.

El movimiento de México 68 se inserto en un contexto mundial de luchas sociales surgidas y recreadas en las universidades al llegar a la juventud adulta los baby-boomers, en el periodo de bonanza económica por la Posguerra y en medio del encuadre ideológico de la guerra fría. 50 años después nos encontramos en una mayor crisis en la que el despertar de una conciencia social es la única esperanza.

El año de 1968 fue de rebeldía en todo el mundo, no solamente en México. La década de los sesenta fue una revolución cultural y política en los Estados Unidos, Francia, Alemania, Checoslovaquia; tanto en el mundo capitalista como al interior del llamado bloque socialista. Y en esa revolución fueron los jóvenes (la etapa más revolucionaria y transformadora de la vida) los que comenzaron a echar abajo el pensamiento y comportamiento tradicional. Sartre y su existencialismo, el Che y su humanismo, China y su maoísmo, Bakunin y su anarquismo y el filósofo crítico Marcuse, se convirtieron en iconos de los jóvenes. “Prohibido prohibir” significó la plena libertad que iba unida a la “conciencia de la necesidad” de Marx.

Aquel año se celebraba la Olimpiada de México 1968, pero la inquietud internacional iba en aumento: se vivían los peores momentos de la Guerra de Vietnam, pocos meses antes había ocurrido la trágica Primavera de Praga, cuando los tanques soviéticos entraron en la capital checa; en París, los estudiantes se habían levantado, el racismo en Sudáfrica alcanzaba su apogeo, y México vivía una fuerte inestabilidad interna producto de las malas condiciones económicas que atravesaban. El 27 de agosto de aquel año, más de 200.000 estudiantes marchaban por el centro de Ciudad de México, y se instalaron en el Zócalo, una plaza central del Distrito Federal.

Durante más de un año vivimos el fervor de los preparativos a los Juegos Olímpicos, la construcción de estadios, las villas olímpicas, la olimpiada cultural a la que asistirían los grandes poetas del mundo, entre otros, nuestro embajador en la India, Octavio Paz. ¡Deslumbraríamos al mundo entero! México era el primer país de América Latina seleccionado para los Olímpicos. Gracias a ese reconocimiento, accedíamos al primer mundo, pero los estudiantes “anti-patriotas” gritaban: “No queremos olimpiadas, queremos revolución”. El gobierno se molestó mucho por que los estudiantes fueran a buscar a los corresponsales de los periódicos extranjeros que habían venido a cubrir los Juegos Olímpicos en México (que empezaron solo 10 días después de la matanza). Los jóvenes les enseñaron a los corresponsales que había otro México, no solo el país moderno y vanguardista que se quería proyectar al extranjero. El gobierno, que orgullosamente iba a ser el primer país de América Latina escogido para realizar las olimpiadas y había gastado mucho dinero en ellas, consideraba que los estudiantes eran una bola de revoltosos que no tenía ni idea de cómo estaban perjudicando al país. Los que apoyaban a los jóvenes eran solo un sector de la población. México, después del 2 de octubre, se sentó frente a la televisión para ver los Juegos olímpicos.

Por su parte, los estudiantes forjaban un movimiento festivo cada vez más popular ya que 300.000 personas acudieron por primera vez desde la Revolución Mexicana a una marcha sin precedente: la manifestación del silencio.

Quienes participaron en los 146 días que duró el movimiento estudiantil jamás lo olvidarán. El gran novelista José Revueltas lo llamó con mucha razón “enloquecido movimiento de pureza.”



Los testimonios empezaban de la misma manera. Que se vieron tres luces de bengala verdes y a partir de ahí comenzó la balacera en contra de los estudiantes indefensos. Dicen que había hombres que tenían un guante o un pañuelo blanco en la mano que se comunicaban entre sí y que ellos eran los que disparaban. Al día siguiente los periódicos y las televisiones no dijeron nada.

Los hombres de guante blanco


Los testimonios de muchos estudiantes se referían a las personas que llevaban un guante blanco en la mano izquierda; también hay testimonios de periodistas extranjeros que denunciaron que fueron los hombres con guante blanco los que empezaron a disparar a los estudiantes y los que en medio de la confusión del tiroteo los secuestraron por unas horas en varios departamentos del edificio Chihuahua, donde les confiscaron los rollos fotográficos y las grabadoras.

Carlos Monsiváis narra importantes detalles del mitin en la Plaza de las Tres Culturas:

El acto transcurre un tanto somnoliento aunque emotivo. Parte de la prensa, los oradores y la dirigencia del CNH están en el lugar que sustituye al templete, el tercer piso del edificio Chihuahua. Se reclama el diálogo, menospreciado por el gobierno que nada más admite la rendición. Se nota un ir y venir de personas ‘no identificadas’ o identificadas como sospechosos, con un pañuelo o un guante blanco en la mano izquierda. Se concentran en escaleras, pasillos y entradas del Chihuahua. A las seis y diez de la tarde, se disparan desde un helicóptero dos luces verdes de bengala. Casi de inmediato, sin otro aviso que el ruiderío de las botas, sin prevenir o intentar un diálogo, entran miles de soldados…

No hay testimonios de ‘los francotiradores de la población civil’, salvo cinco o seis aventureros que nada significaron con sus pistolillas. Lo otro, lo de la provocación oficial, es avasallador. El fuego es incontenible, con la intervención de ametralladoras y armas de alto poder. Se cierra la Plaza, el Batallón Olimpia detiene a quienes están en el Chihuahua. La gente se tira al suelo, los que pueden huyen, los periodistas se identifican para salvarse; a un fotógrafo, un soldado le traspasa la mano con una bayoneta. Se llama a gritos a los amigos y los familiares, el llanto se generaliza, la histeria y la agonía se confunden. Mueren niños, mujeres, jóvenes, ancianos. El grito coral que exhibe la provocación se multiplica: ‘¡Batallón Olimpia; no disparen!’ Los policías y los soldados destruyen puertas y muebles de los departamentos mientras detienen a los jóvenes; a los detenidos en el tercer piso se les desnuda, maniata y golpea; a 2 mil personas se les traslada de la Plaza de las Tres Culturas a las cárceles. Queda claro: la provocación no es ajena al plan de aplastamiento, está en su centro.

Varios periodistas extranjeros, entrevistados en 1998 por la corresponsal en París Anne Marie Mergier, para una edición especial de Proceso, narraron cómo vivieron la presencia de esos hombres con guante blanco.

John Rodda, enviado especial de The Guardian, relató: No entendía quiénes eran esos individuos. No se me ocurrió que podían ser policías o militares o agentes secretos….
Añade: Los tipos con guantes blancos entraban y salían. De vez en cuando se llevaban a un mexicano. Había una gritería espantosa en las escaleras. Fue realmente en ese momento cuando entendí que se trataba de policías.

Charles Courrière, fotógrafo de Paris Match, también estaba en el edificio Chihuahua, donde decidió tirarse al suelo para protegerse. No se decidía a levantarse por temor: Y cuando lo hice me quedé estupefacto: Todos los tipos que estaban como yo, tirados en el suelo, tenían un guante blanco en la mano izquierda y una pistola en la derecha. Como hablo español, le dije al que estaba a mi lado: ‘Soy periodista, soy francés’. Me miró y me preguntó: ‘¿No tiene un pañuelo blanco?’ Por supuesto, no tenía. Entonces sacó uno de su bolsillo y me dijo: ‘Póngaselo alrededor de la mano izquierda. Ésa es una señal’ ¿Una señal de qué? —le pregunté—. No me habló más. Me puse el pañuelo y bruscamente comprendí lo que sucedía. Estaba metido entre puros policías. Estaba tirado en una alfombra de policías. Pensé enseguida en las fotos que había estado tomando. Supe que si salía vivo de ese mierdero iba a tener problemas con ellos.

A Courrière se lo llevaron dos hombres con guante blanco a un departamento y en el baño le ordenaron que se desnudara. Le confiscaron todos los rollos.

Fernando Choisel, de la radioemisora Europa Uno, cuenta que en medio del ruido de las ametralladoras algo le llamó la atención: ¿Y qué fue lo que vi en medio de todo esto? Pues a unos tipos vestidos como estudiantes, pero no lo suficientemente jóvenes para ser estudiantes, que se ponen un guante blanco en la mano izquierda y sacan pistolas… Creí que estaba alucinando. Pero me descontrolé aún más cuando los vi disparar hacia abajo, sobre la gente. No entendía si se trataba de un grupo de autodefensa estudiantil que disparaba contra los policías, o policías vestidos de civil que disparaban contra los estudiantes. Cerca de mí se encontraba un periodista mexicano. Le pregunté si esos tipos eran estudiantes. Me dijo que no, que eran policías. Entonces pensé: ‘¡En la madre! La policía tiene al movimiento totalmente infiltrado ¡Va a ser horrible!’.

Al igual que a los otros periodistas, los hombres del guante blanco se lo llevaron a un departamento para liberarlo a las pocas horas.

Sócrates Amado Campos Lemus


Sócrates Amado Campos Lemus— tenía apenas 22 años en 1968, sin embargo ya había pasado por diferentes organizaciones políticas; por ejemplo, la Juventud Comunista. Fue la cara del Instituto Politécnico Nacional (IPN) en el movimiento estudiantil en aquellos años. El 2 de octubre, en la Plaza de las Tres Culturas, Campos Lemus sería recordado porque, cuando una bengala roja iluminó el firmamento, él tomó un micrófono y gritó: “¡No corran, compañeros! ¡Es una provocación!”, un acto por el que lo critican hasta el día de hoy. Al segundo siguiente comenzaron a escucharse los primeros tiros.

El Batallón Olimpia detuvo a Campos Lemus en el Edificio Chihuahua; fue torturado en el campo militar, donde proporcionó nombres y datos acerca de los líderes del Consejo Nacional de Huelga (CNH). En una declaración, publicada el 6 de octubre de 1968 en la prensa, afirmó que el movimiento estudiantil disponía de “columnas armadas de seguridad”, lo que le valió ser llamado “mentiroso y delator”, cargos que ha rechazado siempre. En 1969 firmó una carta —en la que habla del “alto sentido patriótico y grandeza de alma” del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, e incluso le ofreció, a cambio de su libertad, participar en “un acto público de desagravio y solidaridad con usted, en unión de todos nuestros compañeros”.

Estuvo encarcelado en Lecumberri hasta 1971. Tiempo después, colaboró en el gobierno de Luis Echeverría coordinando el Plan Huicot; además fungió como delegado del FONAFE en Zacatecas, tiempo después dirigió la Casa de Artesanías del Estado de Hidalgo.

Según testimonios de ex integrantes del Consejo Nacional de Huelga, Campos Lemus identificó a los estudiantes presos en el Campo Militar Número Uno después de la matanza del 2 de octubre, ya que formaba parte de una estrategia de represión organizada por el gobierno mexicano y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos. Campos Lemus habría formado parte de un plan de “represión preventiva”, según uno de los dirigentes del movimiento estudiantil y preso político de 1968 a 1971, Gilberto Guevara Niebla, de acuerdo con datos de La Jornada.

Aunque de manera indirecta, muchos de los actores en aquel octubre del 68 estaban vinculados con la CIA, dice Guevara Niebla, quien señala como evidencia “el comportamiento de algunos líderes extrañamente radicalizados”. La relación entre gente como Campos Lemus y la agencia estadounidense de inteligencia podía ser a través de grupos como la Dirección Federal de Seguridad (DFS).

Guevara Niebla señala que el movimiento estudiantil era pacífico, pero algunos líderes tomar posiciones extremistas sin explicación aparente. No solo Campos Lemus (quien ostentaba ser sobrino del general Alfonso Corona del Rosal), también Sóstenes Torrecillas, Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, personajes ligados al priismo, se hicieron más radicales. Para Guevara Niebla, las claves de la ruina del movimiento estudiantil están en la súbita cerrazón de ciertos líderes.

A Campos Lemus se le señala como provocador: en el mitin del 27 de agosto de 1968, frente a Palacio Nacional, el entonces pasante de la Escuela Superior de Economía le propuso a cientos de miles de personas citar a Díaz Ordaz en la Plaza de la Constitución para llevar a cabo un diálogo con el entonces presidente Gustavo Días Ordaz.

Campos Lemus fue director ejecutivo de la Dirección General de Comunicación Social de la Procuraduría General de la República, donde se desempeño como asesor en materia de comunicación social del procurador general de la República, Rafael Macedo de la Concha, cargo qe tuvo que dejar tras la difusión de una fotografía en la que aparece departiendo en una comida con los narcotraficantes y miembros del cártel del Golfo Juan García Abrego y Juan N. Guerra.

Gilberto Guevara Niebla, uno de los dirigentes del movimiento estudiantil y preso político de 1968 a 1971 le dijo a La Jornada (02/05/2002) que existen numerosos elementos que apuntan a la participación de la CIA en la elaboración de una estrategia de "represión preventiva" que derivó en la masacre del 2 de octubre. "Muchos de los actores que la instrumentaron estaban vinculados con la agencia, al menos indirectamente", cita el ex activista.

Miguel Nassar Haro


Aficionado a torturar a los detenidos que tenían la desgracia de caer en sus manos, distinguido organizador y dirigente de organismos policíacos y paramilitares al margen de la ley, destacado informante de la CIA, implacable perseguidor de militantes de la izquierda mexicana y centroamericana, oficial del Ejército sin haber sido militar y confabulado con individuos como Fernando Gutiérrez Barrios y Francisco Quirós Hermosillo, Nazar Haro fue uno de los constructores, bajo la tutoría del imperialismo norteamericano, del sistema de seguridad política de los gobiernos priístas, asentado en la infiltración de organizaciones obreras, campesinas, estudiantiles y populares, la vigilancia de las agrupaciones de oposición, la provocación en el seno de los partidos anticapitalistas y grupos guerrilleros, y la represión selectiva de dirigentes, cuadros y militantes de izquierda.

Comenzó su labor de espía y provocador en 1949, al ingresar al Servicio Secreto. En 1952, durante la campaña presidencial, logró penetrar en las filas de la Federación de Partidos del Pueblo que sostenía la candidatura del general Miguel Henríquez Guzmán. El gobierno de Miguel Alemán desarrolló una brutal represión contra el henriquismo.

Por su participación en la violencia antihenriquista, tuvo que abandonar el territorio nacional e internarse en la Unión Americana. Tras cuatro años en el extranjero, regresó a México y se incorporó en 1960 a la erostráticamente célebre Dirección Federal de Seguridad, policía política del régimen priísta. Cumplió diversas tareas vinculadas a la seguridad y el espionaje. Partió a Washington, EU, como becario de la Academia Internacional de Policía, donde lo educaron en el anticomunismo de la guerra fría, especializándose en contrainsurgencia y “grupos subversivos”. En 1966, ya en el país y con un adoctrinamiento ideológico por la CIA y demás servicios de espionaje imperialista, se dedicó a tareas de “inteligencia”, infiltración de confidentes en la oposición y creación de redes de informantes. De julio a diciembre de 1968 logró colocar provocadores y confidentes en el movimiento estudiantil-popular.


Abierto por primera vez a policías y detenidos civiles en 1968, el Campo Militar Número 1 se convirtió en el centro coordinador del Ejército con las corporaciones policiacas en el combate contra los “subversivos”. Ahí vio la luz y ahí tuvo su sede la Brigada Blanca, una especie de escuadrón de la muerte formado por militares y por elementos selectos de diversos cuerpos policiacos estatales y federales. La Brigada Blanca actuó como un organismo paramilitar sin más regla ni freno que los que imponía el criterio de sus jefes. En esta guerra sucia tuvo un papel preponderante la Dirección Federal de Seguridad, una dependencia de la Secretaría de Gobernación creada para la información y protección del presidente de la República, que se convirtió en instrumento de investigación, primero, y de represión después.

La Federal de Seguridad era la policía política que todo régimen autoritario necesita y le tocó cumplir una función casi tan importante como la del Ejército. Sus agentes y comandantes participaron en la cacería de activistas del 68 y luego, en todo el país, de miembros de las guerrillas, de los sospechosos de serlo, de sus amigos, de sus familiares. A la cabeza de esta persecución estuvo, de forma destacada, uno de los policías políticos más temidos de la segunda mitad del siglo XX mexicano: Miguel Nazar Haro.

Miguel Nazar Haro fue pieza clave en la guerra sucia mexicana. Se preparó en la Escuela de las Américas, en la Zona del Canal de Panamá, en la cual el Pentágono había entrenado a generaciones completas de miembros de las fuerzas de seguridad de los países latinoamericanos. Ahí estudió Nazar cursos de antiguerrilla y dio forma a su segunda gran vocación: el anticomunismo, que marcó su trayectoria dentro de la DFS como agente, comandante, subdirector y director. Y, en particular, se interesó en profundizar sobre la penetración del comunismo en Centroamérica. Años más tarde, esta especialización lo ayudó a convertirse en un contacto indispensable para las oficinas del FBI y de la CIA en México.

Miguel Nassar Haro fue convertido por el régimen foxista en el símbolo de la impunidad, el abuso de poder y al autoritarismo de las administración del PRI. En diciembre de 2003 fue girada una orden de aprehensión en contra del ex director de la DFS, dos meses más tarde, en febrero de 2004 Nassar Haro fue detenido y recluido en el penal de Topo Chico, en Nuevo León.

Su profundo sentido de omnipotencia y frialdad, sus rasgos paranoides y su tendencia a manipular lo llevaron a justificar la actuación violenta que lo caracterizó como uno de los de más temidos represores durante la guerra sucia en México. La tortura, secuestro y desaparición forzada de personas que pesaron sobre él a su paso por la desaparecida Dirección Federal de Seguridad (DFS) y de la organización paramilitar Brigada Blanca las pudo superar no sólo por su “coeficiente intelectual superior al promedio” –según su perfil criminológico– sino por la protección que recibió de los “gobiernos del cambio y del combate a la delincuencia” del PAN.

Con la creación de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado, en 2005, Nassar Haro volvió a verse envuelto en otra serie de acusaciones como presunto responsable de la desaparición de seis integrantes de la Brigada Campesina de los Lacandones, ocurrida en noviembre de 1974, un año antes de que entrara en funciones la Brigada Blanca, que acabó de operar en 1983, poco después de que Nassar dejó la DFS .

La DFS fue cerrada en 1985 por el entonces presidente Miguel de la Madrid. Esto, tras el secuestro y asesinato de Enrique Camarena Salazar, elemento de la Agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA por sus siglas en inglés), en febrero de ese año, quien investigaba al narcotráfico en México. La DFS fue acusada de proteger al Cártel de Guadalajara, liderada por Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca Carrillo, y Miguel Ángel Félix Gallardo, todos señalados por Washington como los autores de la muerte de Camarena, y quienes fueron arrestados subsecuentemente.

Para cuando la DFS desapareció ya no era secreto que había sido un instrumento del Estado para aniquilar a quienes consideraba sus enemigos políticos. La guerra emprendida principalmente contra grupos comunistas y guerrilleros tuvo su ápice en la década de los 70. La llamada “guerra sucia” fue una cacería del gobierno que dejó 532 desapariciones, según datos de la CNDH.


Cuentan que Miguel Nassar recibía a diario distintas y deliciosas viandas, que eran tantas, que tenía que repartir entre los internos del penal. Después de un tiempo en Topo Chico, Nassar obtuvo el beneficio de prisión domiciliaria y fue traído al DF, donde  murió a la edad de 87 años, víctima de cáncer en el estómago.

Según el libro Our Man in Mexico, la ciudad de México fue durante los sesentas y setentas, los años álgidos de la guerra fría, una de las plazas más importantes de la CIA, la más grande del hemisferio occidental, y el jefe de plaza, Winston McKinley Scott, un centro de poder en México.

Antes de la muerte de Nazar, Jefferson Morley y Michael Scott lo entrevistaron para el libro Nuestro hombre en México. En la entrevista, Nazar ya no solo negó su relación con la CIA, sino que describió "su estrecha relación de trabajo y amistad con el [jefe de la estación de la CIA en la Ciudad de México] entre 1960 y 1971." Como resultado de su papel en la policía de México y las fuerzas de inteligencia, estaba en una posición privilegiada para proporcionar información al gobierno de los Estados Unidos, o no. Cuando el Comité Selecto de Asesinatos de la Cámara de Representantes entrevistó a Nazar sobre el misterioso tiempo de Lee Harvey Oswald en la Ciudad de México, parece que los rechazó y los alentó a centrar su investigación en el tiempo después de que Oswald había sido arrestado. Esto es especialmente significativo porque fue un informe de Nazar que proporcionó a la CIA algo de su inteligencia sobre las actividades y contactos de Oswald en la Ciudad de México.

Cuando el maestro de espionaje mexicano Miguel Nazar Haro fue implicado en un anillo de robo de automóviles que operaba tanto en Estados Unidos como en México, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) se movió para evitar el enjuiciamiento de uno de sus activos más valiosos. Sin embargo, como reveló la investigación, la red de corrupción que rodea a Nazar, el jefe de la Dirección de Seguridad Federal (DFS), se relacionó con algo más que un gran robo de automóviles, con vínculos con el narcotráfico, la tortura y desaparición de numerosos disidentes, y en el asesinato del agente de la DEA Enrique "Kiki" Camarena Salazar.


Washington y la política de las drogas

Peter Dale Scott

Aquellos que luchan por resolver los problemas de drogas de Estados Unidos están acostumbrados a hablar de soluciones del "lado de la demanda" y del "lado de la oferta". Este lenguaje refleja una perspectiva burocrática: tiende a proyectar el problema y enfoca las supuestas "soluciones" a otros, a menudo a poblaciones remotas y privadas. Por el lado de la oferta, los programas de erradicación están diseñados para las montañas de Birmania o los Andes. Por el lado de la demanda, se asignan fondos crecientes para el arresto y el encarcelamiento (y con menos frecuencia, el tratamiento) de los toxicómanos, a menudo étnicos y de los centros urbanos.

Sin embargo, cada vez más, los investigadores se están dando cuenta de un tercer aspecto del problema: las conexiones protegidas de drogas de inteligencia. Dentro de la propia burocracia gubernamental de Estados Unidos, Las agencias de inteligencia y los elementos especiales de guerra han explotado recurrentemente a los narcotraficantes y sus corruptos aliados políticos para operaciones anticomunistas y subversivas, a menudo pero no siempre encubiertas, en otras partes del mundo. La historia sugiere que este tercer aspecto del problema de las drogas, la conexión protegida de inteligencia y drogas, o lo que yo llamo simbiosis entre el gobierno y las drogas, ha sido responsable de los mayores cambios en los patrones y el nivel del tráfico de drogas.

Es importante destacar que la simbiosis de drogas de la CIA no es anómala, sino paradigmática de la forma en que Estados Unidos está consolidando su poder y sus aliados en partes del Tercer Mundo donde las drogas son parte del poder político de facto. estructura. En nombre de la ley y la libertad, se han hecho alianzas durante décadas con delincuentes y dictadores. Ahora, en nombre de la lucha contra las drogas, los fondos estadounidenses se canalizan a aquellos cuyo destino político se alía con el de los narcotraficantes. Estos fondos, paradójicamente, fortalecerán el estatus tanto de estos traficantes como de los sistemas sociales en los que forman un elemento constitutivo.

En México, por ejemplo, los aliados gubernamentales más cercanos de la CIA estuvieron durante años en el DFS o en la Dirección Federal de Seguridad, cuyas insignias, entregadas a los narcotraficantes mexicanos de alto nivel, han sido etiquetadas por los agentes de la DEA como una "licencia virtual para tráfico ". La CIA en el DFS se hizo tan dominante que parte de su inteligencia, según el famoso periodista mexicano Manuel Buendía, solo fue vista por los ojos estadounidenses.

El Cártel de Guadalajara, la red de narcotráfico más poderosa de México a principios de la década de 1980, prosperó en gran medida porque disfrutaba de la protección del DFS, bajo su jefe Miguel Nassar (o Nazar) Haro, un activo de la CIA. En estas circunstancias, no sorprende que los miembros del Cartel de Guadalajara se hayan destacado entre los partidarios del narcotráfico de la operación Contra de la CIA.


Referencias


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